Escopeta / Escopetero

La escopeta fue un arma de fuego portátil predecesora del arcabuz y de menor calibre que éste, siendo el escopetero el soldado que la usaba y sentaba plaza en los ejércitos del rey. Ambas armas y tipo de infantes - escopetero y arcabucero - convivieron unos años, durante la década de 1520, para finalmente, durante los años de 1530 imponerse el soldado armado con un arma más potente y de calibre superior.

Ya hemos visto como en la batalla de Pavía [24 de febrero de 1525], los escopeteros y arcabuceros - en una proporción de 3:2 - jugaron un papel fundamental en la derrota del ejército francés, tanto de la infantería, como de la caballería francesa. Ahora bien, antes que el arcabuz fuera usado por la infantería española, fue la escopeta, por tiempo de un cuarto de siglo, el arma de fuego portátil que sirvió para desbaratar y romper a los ejércitos enemigos.

Escopeteros en la toma de Orán [1509]. En la "Relación de las cosas que el Conde Pedro Navarro pidió al Cardenal Cisneros para la guerra de África" que publicó Cesáreo Fernández Duro en los apéndices al primer tomo sobre su historia de la Armada española se puede leer los soldados que pidió el  célebre capitán: 
Diez mil soldados de picas y coseletes; ocho mil escopeteros y ballesteros; doscientos azadoneros con picos, palas y azadones; dos mil hombres de a caballo, los quinientos de armas y los demás jinetes, doscientos escopeteros y ballesteros a caballo.
Los tiradores de las guerras de Gonzalo Fernández de Córdoba sentaban plaza en los libros de sueldo de los Reyes Católicos como espingarderos. 



Dibujo basado en el anterior detalle del retablo de la capilla mozárabe de Toledo, pintado por Juan de Borgoña en 1509.



Este "cañón o culebrina de mano", tal y como se clasifica en el catálogo de la Real Armería de 1898, tiene un cañón de 58 centímetros, y 13mm de calibre, con un reborde en la boca y algo más de espesor en la culata. No dispone de llave, y la ignición se realizaba con un fogón aplicado al oído. El arma se asemeja bastante a las escopetas representadas por Juan de Borgoña. Con un calibre de 13mm equivaldría a una pelota de plomo de 1/2 onza. 



La pieza del Catálogo de la Real Armería de 1898, aparezca o no catalogada como "culebrina de mano" nos da una idea del calibre de la escopetas de principios del XVI: 13mm, que equivaldría a una pelota de plomo de 1/2 onza castellana, lejos de los arcabuces 1 o incluso 1 y 1/2 onza que se verán a lo largo del siglo XVI, pero no tan lejos de los comunes arcabuces de 3/4 de onza o 5 ochavas [5/8 de onza]. 



Escopetas de metal, escopetas de hierro

Al igual que los arcabuces, las escopetas podían estar fabricadas en metal [una aleación de bronce, normalmente latón] o en hierro:

Las spingardas son muy neçesarias porque no se pueden aver acá y tanbien los alcabuces que en todo caso deve Vuestra Alteza mandar que se provea de allá, porque las scopetas yo he tentado de averlas de Nápoles y por escopetas de fierro demandan a tres ducados y medio. Es verdat que son buenas pero son muy caras.
Carta de Hugo de Moncada a Fernando el Católico, de 26 de junio de 1511


En la Memoria de las armas que se han de traer de Castilla por acuerdo del Cabildo de Tenerife, a 5 de febrero de 1515, encontramos lo siguiente:

Tres docenas de escopetas de hierro, con sus llaves, de cañones cumplidos, barrenadas cada una a su molde para las pelotas y otros tantos frascos para la pólvora.


Las armas de metal [latón] eran más livianas y además se corroían menos que las de hierro, pero también más dúctiles - menos quebradizas, pero más deformables y menos resistentes que las fabricadas en hierro. 

Arcabuceros o escopeteros de "El triunfo de Maximiliano", hacia 1512. De los 10 arcabuceros, solo dos, los situados en los extremos de la primera hilera, portan armas de hierro, el resto, de metal. Podemos ver que seis de ellos llevan el "estopín" o mecha enrollada en un palito para aplicar al fogón. No disponían entonces de llave de mecha alguna.



Llave de mecha o estopín

Durante la segunda mitad del siglo XV, a alguien se le ocurrió colocar en los cañones de mano, o bombardas, una serpentina que sostuviera la mecha que hasta ahora se llevaba al fogón [situado en la parte superior, pues todavía no había cazoleta situada en el lateral que se comunicaba con el interior del cañón a través del oído] con la mano libre.
Esta serpentina [una pieza metálica en forma de S que rotaba sobre un eje anclado en la caja] puede que liberase una mano respecto a la situación anterior, en todo caso, hacía la maniobra del disparo, o la sujeción del arma, más sencilla, con lo que se puede afirmar, que el soldado equipado con este arma disparaba apuntando.

Todavía no había disparador, ni muelle que liberase el serpentín que sostenía la mecha, y como la mecha se situaba directamente sobre el cañón, esta salía disparada cuando se producía la ignición de la pólvora, con lo que debía tomarse la precaución de sujetarla convenientemente para que no acabara en el suelo.

A finales del XV, no obstante, se desarrolla lo que con no demasiadas modificaciones sustanciales será la llave de mecha que estará presente hasta finales del XVII: se iniciará la pólvora lateral e indirectamente, situándose esta pólvora fina de inicio en una cazoleta adosada a la diestra de la "recámara" conectada al interior del cañón mediante un agujero u oído en esta, y el serpentín se accionará indirectamente mediante un disparador, para lo cual se desarrolló un muelle [conocido como muelle real] cuya acción de resorte hacía que la serpentina estuviera en dos posiciones: erguida y abatida o de ignición.

Escopeta de 1502, ilustrada en el "Zeugbuch Kaiser Maximilians I". Cañón de metal o bronce, y serpentín para la mecha.


No obstante, y como la adopción de nuevas tecnologías no se produce de manera inmediata, y las virtudes que compensen su coste [o los prejuicios contra las novedades] han de ser ponderadas con la experiencia, todavía en 1525, parecía haber "armas rudimentarias". En la crónica de Juan de Oznaya sobre la batalla de Pavía, que tuvo lugar en 1525, aparece esta diferenciación entre las armas de los españoles y las de los franceses:
"Ya los arcabuceros que delante estaban se habían apercebido de encender cada uno tres ó cuatro cabos de mecha, y en las bocas cuatro ó cinco pelotas , por cargar mas presto. Pues hincadas las rodillas, y las mechas en las llaves de los arcabuces, y viéndolos levantar, se adelantaron hasta diez pasos sus escopeteros y arcabuceros, y disparan juntos hacia nosotros; pero como aun no eramos levantados, y ellos no tiran á puntería, sino con la una mano tienen la escopeta, y con la otra ponen fuego atada la mecha á un palillo, no mataron ni aun hirieron á ninguno; y en tirando volvieron á meterse en su escuadrón para tornar á cargar".


Del arcabucero de la imagen vestido de azul, se puede ver como usa un "palito" para llevar la mecha al fogón de su arma, situado en la parte superior. El resto de arcabuceros tampoco "tira  a puntería", llevándose el arma al hombro. Pintura de Melchor Fieselen, de 1533 titulada "El sitio de Alexia".


En cambio, estos escopeteros de la toma de Orán pintados en 1514, si que se llevan la escopeta al hombro para apuntar.



Y también en esta escena de El triunfo de Maximiliano, fechada la obra en 1515, se puede ver a un par de escopeteros o arcabuceros tirando a puntería.


A tenor de lo dicho, cabe pensar que la mayoría de armas de fuego de finales del siglo XV y principios del XVI no tuvieran llave y funcionaran como en la escena representada por Fieselen, y avanzando el siglo, la mayoría de armas incorporaran la llave de mecha, si bien habría disparidades de arsenales en distintos ejércitos, naciones y épocas.



Alcance

Tenemos una referencia escrita bastante certera del alcance de una escopeta en el año de 1521.

Durante la guerra de las comunidades, las tropas realistas se hallaban a un lado del río Arlanzón, en Burgos, y las de las Comunidades, al otro. Fuera el puente de Santa María [60 metros entre estribos] - lo más probable - o el puente de San Pablo [74 metros entre estribos] la distancia mínima, para un disparo efectuado por una escopeta - no un arcabuz - en 1521, es bastante superior a esos 25-40 metros que algunos han querido dar:

Estando el lunes 21 deste [enero de 1521] a despachar esta posta a los dos oras despues de medio dia hubo cierto ruido entre dos procuradores de vecindades de manera que la ciudad se alborotó y se puso en armas y fue forzado que los que estavarnos aqui nos armasemos y pusiesemos en orden y luego la gente de guerra que aqui tengo vino a la plaza de rni casa y D. Juan de Luna capitan de los continos y la gente de la guarda de S.M. de cavallo y de pie y otros muchos cavalleros que aqui estaban y personas principales del pueblo, hechos nuestros escuadrones para pelear y estando el conde de Aquilar en la guarda de la puente que esta entre el mercado y mi casa y con el Juan de Luna y los continos, unos de la comunidad que estaban de la otra parte le tiraron una saetada [un tiro de ballesta] y acertaronle en una alabarda que tenia en la mano por cerca de la cuchilla y paso la saeta y diole en el pescuezo sobre un gorjal que tenia que si no diera en dicha alabarda le matara y un escopetero de los nuestros que estaba junto con dicho conde tiró la escopeta al que le avia tirado y le mató y los otros se ritiraron que no osaron parar por todo el mercado.
Carta del Condestable de Castilla a Su Majestad, Burgos, 25 de enero de 1521


En 1538, Pedro Luis Escrivà, ingeniero que había edificado el Castel Sant'Elmo en Nápoles escribía:
la medida que conviene á la verdadera defensa, que no ha de ser más lexos de 
cuanto puede tirar de puntería una simple escopetta Ó arcabuz, y esto es por qué no se debe constreñir ni limitar la fortification á que solamente piezas gruessas la puedan defender. 


Y aunque no dice en su tratado la distancia de la cortina "que le conviene al tiro justo de punteria", queda la fábrica del propio castillo como testimonio de ello, siendo sus cortinas más largas de unos 83-85 metros.



Cuestión de calibre. Sustitución de escopeteros por arcabuceros

De la expedición a los Gelves en 1520 conocemos que su capitán general, don Hugo de Moncada, realizó al virrey de Nápoles, Ramon de Cardona una petición de armamento - habiéndose ya embarcado en Sicilia para hacer la jornada - de 500 escopetas.

Durante la guerra de las Germanías - el alzamiento popular que se vivió en el Reino de Valencia paralelo a la guerra de las Comunidades en Castilla - los soldados que servían con armas de fuego lo hacían armados de escopeta, aunque también había ballesteros:

Y habréis, señor, de apercibirlos desta manera, que de las tres partes de la gente, las dos sean de piqueros y la otra ballesteros y escopeteros y demás de los dichos dos mil hombres, los quales creo se hallarán en el campo de Tarragona y en essas fronteras
Carta de Diego Hurtado de Mendoza, Virrey de Valencia a Luis Boteller de Oliver, caballero de Tortosa, encomendándole la leva de dos mil hombres en Cataluña para luchar contra los rebeldes, a 31 de mayo de 1521, publicada en el Libro quarto de la Crónica de la ínclita y coronada ciudad de Valencia y de su reino [2]

La importancia de la escopetería durante este conflicto se evidencia por el número - en algún caso se habla de un conjunto de 700 escopeteros - y por su importante papel, que se nota, en el ejemplo que sigue, por su inutilización por causa de la lluvia que impidió a los agermanados el uso de las escopetas y que permitió a la caballería realista arrollar a los enemigos:
empero Dios, que todo lo provee, dio de presto agua del cielo, con que en la escopetería los agermanados no pudieron cevar ni aprovecharse della, por donde el esquadrón de Orihuela, siendo acometido por los de cavallo, desapegóse de la tierra haziéndoles lugar y juntóse con el esquadrón de enmedio, que ambos se abrieron, y entrando los cavalleros, alanseavan los agermanados

El 17 de enero de 1524, en vísperas de la rota del ejército francés en la batalla del Sesia, se vanagloriaba Raphael Graziani, secretario del lugarteniente del duque de Urbino - capitán general del ejército veneciano - que la victoria sería suya - suya, tomando el conjunto del ejército imperial, el del duque de Milán y la señoría de Venecia.

Lo hacía argumentando que disponía de un ejército superior, en el cual, de la infantería, destacaba que disponía de 2000 escopetas y 500 arcabuces "li quali sono manegiati da homeni che non trarano indarno, et ogni di ditti archibusi sono per passare in una botta tre e quatro homini".

Graziani o Gratiano, reconocía la potencia de los arcabuces "que pasarían en un golpe a tres o cuatro hombres", pero también señalaba la habilidad de los arcabuceros, que eran "hombre que no tirarán en vano". Y no se equivocaba, como vemos por una carta de Lope de Soria á Carlos V, fechada en Génova 4 de mayo de 1524:

Se adelantó el marqués de Pescara con obra de 500 escopeteros y algunos caballos ligeros, y comenzaron descaramucear: é ya habían dejado dos piezas de artillería los enemigos; y visto que era gente tan poca los que los seguían volvieron una banda de suizos y alguna gente darmas en que venia el Almirallo y Bayart; de los cuales el Almirallo fué herido de una escopeta en el brazo y Bayart de un arcabuzo en los pechos y cayó luego del caballo, y estando arrimado á un árbol envió su trompeta al marqués de Pescara que se rendia á él, y siendo traido al marqués murió luego.

Los arcabuces como armas de infantería usadas en campo - no en asedios o sitios - ya se venían usando en Italia desde - al menos - 1514, pero es durante la década de 1520 cuando se va a producir la sustitución del escopetero por el arcabucero.

Durante la batalla de Pavía, dentro de las filas españolas había soldados que tenían sentada plaza de escopeteros y arcabuceros [en una relación 3:2; véase la tabla inserta como apéndice, donde pueden verse la relación de una y otra especialidad] y en este instante, la diferencia principal del armamento hispano parece que está en la potencia de fuego, siendo simplemente el arcabuz un arma "más gruesa que la escopeta".
De los apercebidos españoles, y derramados en torno era tirada a todas partes con golpes mortales una infinidad de pelotas de plomo, las quales no salian ya de escopetas, como poco antes se usaba, sino de piezas mas gruesas, que llaman arcabuzes: pasaban de una banda a otra, no solamente los hombres de armas, mas aun muchas veces dos soldados y dos cauallos juntos 
Historia del marqués de Pescara, por Paulo Giovio, traducida por Pedro Vallés
Del testimonio del obispo de Nocera parece que las escopetas ya habían dejado de usarse, pero sabemos que en diciembre de 1525 en la infantería española había 1515 escopeteros y 1090 arcabuceros. En todo caso, la cita destila el impacto que originó la potencia de esas "piezas más gruesas" [1].


Arcabuceros españoles en Túnez [1535]


En carta de mayo de 1528 escrita por el mismo Pablo Giovio al Santísimo Papa Clemente Sexto, decía que había visto "che li archibusi de genovesi sono grosissimi et di palla di uncia una et meza, quali passavano tutte doi le pavesate, et passavano tre et quattro homeni".

Estos arcabuces que usaban los genoveses tenían de calibre onza y media, tres veces el calibre de la pieza que comentábamos está descrita en el Catálogo de la Real Armería de 1898, y atravesaban pavesadas [protecciones hechas con paveses] y hasta tres o cuatro hombres de una vez.

En el tiempo en que Giovio daba cuenta de los gruesos arcabuces genoveses, los franceses continuaban usando ballestas, y los tiradores españoles eran tanto arcabuceros como escopeteros:
Dicen que él Conde Pedro Navarro viene en la vanguardia con cuatro mil  gascones ballesteros, de quien temerán poco los cuatro mil quinientos arcabuceros i escopeteros que hay españoles en este Campo, sin los que hay entre los alemanes, y sin duda pasan de una suerte y de otra de trece mil quinientos españoles y alemanes, dexado aparté los infantes ítálianos, que son cerca ; de cuatro mil.
Carta del secretario Pérez al Emperador. Roma a 21 de enero de 1528

El 28 de julio de 1529, se embarcaba Carlos en Barcelona para acudir a coronarse - con la corona de hierro de los reyes longobardos, y la de oro, propia de los césares - en Italia. Le acompañaban 8.270 soldados de infantería en 22 compañías, entre los cuales encontramos como tiradores los especialistas escopeteros y arcabuceros. De la compañía de Diego de Andrade [3] sabemos que tenía 279 hombres, de los cuales, 81 eran arcabuceros y 27 escopeteros.

En la ordenanza de 1536, llamada de Génova, no aparecen mencionados los escopeteros. Probablemente, para entonces, se había extinguido esa especialidad como soldado que sentaba plaza en los libros de sueldo del Ejército de Italia, pero quedaban armas de ese tipo en uso, al menos, en arsenales de fortalezas peninsulares [4] y cabe suponer que lo mismo sucedería en tierras italianas.



Sueldo 

El sueldo es una forma de valorar el trabajo que lleva a cabo el soldado: el infante percibía tres escudos al mes [de 350 maravedíes, o sea, 1050 mr/mes], el arcabucero sumaba a ese estipendio una ventaja de un escudo y tercio en 1525, un solo escudo en 1529, y al escopetero se le otorgaba una ventaja de tres reales [lo cual no llegaba a un tercio de escudo].

Vemos pues, que se valoraba más el trabajo llevado a cabo por el arcabucero que el escopetero, si bien este último tenía una ventaja que no percibía el piquero.



Escopeta versus arcabuz [década de 1520]


Batalla - no usa el autor el término escuadrón; los italianos en estos años 1520 usaban normalmente el de battaglione - con orden de picas y escopeteros intercalados, ordenados para caminar [arriba] y formada la batalla o escuadrón [abajo]. En el texto se puede leer; y si los del avang[uardi]a fuesen con arcabuzes cada uno con diez o quinze perdigones Estos tales arcabuzes deuen ser tamaños q un onbre los pueda tirar y los perdigones seran de plomo pequeñitos. Cabe tener en cuenta, que los primeros arcabuceros debían usar horquilla, como sucedió con los mosquetes, si bien se aligeraron prontamente. Manuscrito 8555 de la BNE, titulado anacrónicamente al carecer de título Tratado de táctica y ordenanzas militares, sacado del libro De re militari, de Flavio Vegecio Renato. Se puede estimar que es de la década de 1520. 


Frente a la mayor capacidad de penetración del arcabuz debido a la mayor energía de su disparo por el mayor peso de la bala, las escopetas no fueron de inmediato sustituidas - recuérdese la proporción 3:2 de escopeteros:arcabuceros para 1525 - . Los motivos, básicamente, eran derivados del mayor peso del arma, pues muchos de los primeros arcabuces parece que necesitaban horquilla para ser disparados, como queda constancia por las fuentes gráficas de la época.


Arcabuceros españoles en 1530. Nótense las horquillas de los dos más prominentes. Cabalgata del emperador Carlos en su entrada en Bolonia [grabado de 1530, coloreado posterior]




Escopeta versus arcabuz [1538]

Tartaglia, en su libro que trata sobre la artillería, nos explica que una escopeta de media onza de bala - esta onza no sería castellana, - tiraría recto - de punta en blanco - 400 pasos, mientras, que un arcabuz de una onza de bala, alcanzaría los 300 pasos, si bien a una distancia de 100- 150 pasos, produciría más daño la bala del arcabuz, "haría mayor pasada", pues el calibre era superior. Esto pudiera deberse a la mayor longitud del cañón de la escopeta - veáse el ejemplo de 1583 y los ejemplos de escopetas turcas. 

El autor acababa su razonamiento asegurando que había escopetas que tiraban balas de semejante calibre que los arcabuces, en una época en que no había uniformidad de calibres. 


Escopeta versus arcabuz [1583]

En los "Dialogos militares: de la formacion, è informacion de personas, instrumentos, y cosas necessarias para el buen vso de la guerra", de Diego García de Palacio, impreso en 1583, se da el siguiente diálogo:

Pregunta VI. Que es la caufa que con vna efcopeta fe tira mas lexos que con vn arcabuz y porque el arcabuz haze mavor effecto q la efcopeta.

M. Para dar caufas á efta dubda, es nescessario q asignemos la común diíferencia que ay entre el arcabuz y efcopeta, a lo mas Ordinario, la efcopeta es larga, y de menos municion que el arcabuz , y fiendo asi mas larga, con mayor presteza haze el tiro la efcopeta, que no el arcabuz, el qual como de mayor y mas pesada pelota, haze en la parte do alcanca mas effecto , porque el peso déla bala es el que offende y haze mas daño, que la velocidad della , mas dado cafo que la escopeta tuuiesse ygual munición y peso de pelota, no ay que dubdar sino que haría mas effecto y tiraría mejor y mas largo que el arcabuz. 

Para esta época la escopeta era un arma de uso personal [5] - para caza o defensa - mientras que había arcabuces de caza y arcabuces de guerra. Vemos pues, que las diferencias - para 1583 - eran de longitud, más larga la escopeta que el arcabuz, y de calibre, de menor calibre la escopeta que el arcabuz, y por lo tanto, de alcance y potencia, más potente el arcabuz.



Escopetas turquescas y alárabes

Extranjero, ¿Qué armas traían? 
Autor. Ya os dije que traían arcabuces, escopetas, arcos, cimitarras y pocas ballestas
Saco de los turcos que hicieron en Gibraltar en 1540, por Pedro Barrantes Maldonado. 1566

se vieron tres estandartes con hasta cuatrocientos caballos, y tres mil infantes, muchos de ellos escopeteros, con unas escopetas tan largas, que alcanzaban á quinientos pasos. 
Historia de la presa de los Gelves en África [en el año de 1560], por Diego del Castillo

combatiendo espada contra alfange y pica contra lança, y arcabuz contra escopeta, y flechas y piedras
Cómo el día de Sanctiago se travó escaramuça entre la gente de guerra del campo con Dragut y sus turchos y moros, y lo que en ella suscedió. 
Pedro de Salazar, Historia de la guerra y presa de África [en el año de 1550]. 1552




En la cita precedente se resume las panoplias de los soldados cristianos - espada, pica y arcabuz - frente a la de los mahometanos - alfange, lanza y escopeta. En la segunda cita vemos que las escopetas alcanzaban hasta a quinientos pasos, aunque el autor indica que se trataba de amas excepcionalmente largas.

Hay muchas relaciones de armas del siglo XVI, donde moros, alárabes y turchos usan el arma de fuego conocida como escopeta. También los turcos usaron arcabuces, pero parece haber una preferencia clara por el uso de la escopeta por parte de moros y árabes, al menos, en este siglo XVI.


Tapiz nº4 de la serie de Vermeyen sobre la jornada de Túnez [1535]. "Ataque a la Goleta". Escopetero moro o alárabe. Si se compara con los arcabuces que portan los infantes alemanes en este mismo tapiz, la escopeta de la imagen es un palmo más larga, pero comparada con el arcabuz que lleva un arcabucero español en ese mismo tapiz - imagen siguiente - no parece existir gran diferencia, aunque la coz - hoy diríamos culata - que sigue el mismo eje del fuste y cañón, no parece pensada para tirar a puntería apoyándola en el hombro.




Y yendo de la una parte a la otra, llegando al derecho del esquadrón donde los arcabuzeros andavan, le dieron por los pechos un escopetazo que la pelota dél le salió por los riñones.
Muerte de Luis Pérez de Vargas, alcaide y capitán general de La GoletaPedro de Salazar, Historia de la guerra y presa de África

y andando en el reconoscimiento, desde lo alto de la barbacana le hirieron de un escopetazo que le atravesaron los lomos, de que del fin de algunos días murió
Muerte del capitán Balcaçar. Pedro de Salazar, Historia de la guerra y presa de África


Quizá Luis Pérez de Vargas y el capitán Valcazar combatieran a pecho descubierto; raros los dos casos, el primero, tratándose de persona principal, y el segundo, siendo un capitán que acude a reconocer las defensas del enemigo [6]. Pero tenemos otro ejemplo de esta misma historia donde el peto de un coselete protege de los disparos de escopeta, aunque específica el autor que era "muy rezio y fuerte":

le salieron a rescebir tirándole botes de lanças y algunas arrojadizas, y diéronle dos lançadas en el muslo izquierdo de que de la una le hirieron, y assí le dieron dos escopetazos en el peto del coselete, aunque dellos no le pudieron herir por ser muy rezio y fuerte; mas aunque destos dos golpes se libró no fue de tanta ventura que la vida pudiesse salvar, porque de otro que en el muslo derecho le dieron le rompieron los huesos, y muy mal herido le hizieron arrodillar [...] 
Caída de don Hernando de Toledo, maestre de campo del tercio de Sicilia. Pedro de Salazar, Historia de la guerra y presa de África. Don Hernando fue rescatado por sus soldados, mas murió de las heridas siete días después. 



Dos detalles del cartón nº6  "Salida del enemigo de la Goleta", de la serie de Vermeyen sobre la jornada de Túnez. Arriba, escopetero a caballo, abajo, infante. 

Vemos en otro ejemplo, que un escopetazo puede pasar una adarga - un escudo de origen árabe en forma de corazón hecho de cuero, suficiente para resistir lanzadas y golpes de arma blanca que usaban los jinetes españoles todavía en el siglo XVI - y también atravesar un gorjal:

y antes que estos moros bajasen al llano, hirieron, de un escopetazo , al capitán Alonso Hernández de Montemayor, el cual se habia llegado á la retaguardia ; y á D. Martin de Córdoua le dieron otro en 
el morrión, y á otros criados suyos les pasaron las adargas y gorjales; pero no hirieron á ninguno dellos de manera que peligrasen. 
Relación de la guerra del reino de Tremecen y subjecion de la mesma cibdad, 1542

Por los ejemplos de muertes de oficiales y personas principales en esta empresa de África en el año de 1550 - plaza costera que tiene los nombres de Mahdia o Mehedia - y otras campañas de mediados del XVI, parece que la escopeta fuese un arma tan formidable como el arcabuz, necesitando un peto fuerte para resistir sus disparos.



Artículos relacionados


Cronología de las voces para armas de fuego manuales (1460-1530)




Notas

[1] Como curiosidad, muchos autores de la época escribían en latín, y no disponiendo de voces diferentes para la escopeta o el arcabuz, usaban el sclopis apellidándolo "minoribus" [escopetas menores] y "maioribus" o "duplis" [escopetas mayores o escopetas dobles] refiriéndose a los arcabuces. Este "duplis" es muy significativo, y con un sencillo adjetivo, se da valor al calibre del "nuevo arma".

[2] El conocimiento de la importancia de este conflicto bélico, así como de los ejemplos referidos me ha venido por la lectura de la excelente obra "La defensa del Imperio: Carlos V, Valencia y el Mediterráneo" de Juan Francisco Pardo Molero, estudioso de la época de Carlos V que tiene varios artículos que aportan valiosa información sobre los ejércitos de este periodo.

Como curiosidad, indicar que don Melchior de Perellós - o Perillós - fue "herido de muchos golpes de pica y espada y de hun escopetaço en el brazo, en el qual tuvo XXII años la pelota" en la batalla de las llanuras de Bellús. Una herida que generaría normalmente complicaciones, infección y probablemente amputación.

[3] Los datos sobre la entrada en Italia del Emperador Carlos son extraídos del capítulo "La opción imperial" de la  La revolución militar moderna. El crisol español, René Quatrefages, 1996.
Respecto a estos soldados, he escrito una breve entrada, que se centra en la representación gráfica de la solemne entrada realizada en Bolonia en noviembre de 1529
En el inventario de la nava capitana de la Armada que partió desde Barcelona acompañando al Emperador en su viaje a Italia había 50 arcabuces y solo 10 escopetas. Alonso de Chaves, en su "Espejo de navegantes", cuando describe el modo de combatir a bordo de navíos, "de la guerra o batalla que se da en la mar", habla de ballestas y escopetas. La obra fue dada a la imprenta en Sevilla en 1540, pero probablemente fuera escrita bastante antes, entre 1520 y 1538.

[4] En Colluire, en 1538, había 32 arcabuces y 80 escopetas.

De hecho, no solo había escopetas en arsenales de primer orden, como eran las fortalezas de la frontera con Francia, sino que se demandaban nuevas armas para rehinchirlos en 1541-1542:
"Que se traygan picas y alabardas y arcabuzes y escopetas de Flandes"
Y además se menciona que había escopeteros:
"Ansimismo prover de cantidad de plomo porque es nezesario que se provea de mucho para arcavuzes y escopeteros".

En la fortaleza de Pamplona había 170 arcabuces y 150 escopetas, mientras que en la ciudad, "çiento y setenta y nueve arcabuzes de yerro en sus bancos" y 626 escopetas. En Fuenterrabía 296 "arcabuzes de yerro" y 175 escopetas. En San Sebastián, 187 "arcabuzes de garavato", 77 "arcabuzes de manno" y 369 escopetas. En Burgos había 330 arcabuces, 224 escopetas. En Estella, "dos arcabuzes de metal" y 30 escopetas.
Esto hacían un total de 1.054 arcabuces - sin contar los "arcabuzes de garavato", que eran piezas únicamente destinadas para la defensa de la plaza - y 1574 escopetas. Por lo cual, es evidente que habría soldados que asistirían a la defensa de esas plazas. o a las salidas cuando así fuera conveniente, armados tanto con escopetas como con arcabuces.
Resulta normal que los arsenales no fueran renovados de inmediato por la aparición de novedades tecnológicas, y que pasaran años y décadas hasta que un arma - la pieza en particular, o la tipología en general - fuera reemplazada, pero la mención de la instrucción de que se habían de traer  "arcabuzes y escopetas de Flandes" es indicativa de que la escopeta se continuaba usando habitualmente a primeros de la década de 1540, hiciera o no mención la Ordenanza de Génova de la especialidad de escopetero.

Datos para este apunte obtenidos de El sistema defensivo de los territorios próximos a la frontera con el reino de Francia en tiempos de Carlos V. Un documento inédito de los años cuarenta del siglo XVI

[5] Aún así, se reseñaba en las milicias la escopeta como arma para la guerra. Véanse las muestras recogidas por Espino López en Mallorca: En 1667, los datos son los siguientes: 1.019 armas registradas, de las cuales arcabuces eran 12.074 (57,44%), mosquetes 689 (3,27%) y escopetas 5.986
(28,47%).
La sociedad catalana y la posesión de armas en la Época Moderna, 1501-1652

[6] No necesariamente iban bien armados los oficiales y personas principales en las facciones de guerra. El mismo autor refiere que don García de Toledo, capitán general de las galeras de Nápoles, andaba "con una celada en la cabeça y mangas de malla y un cuero de ante y espada y rodela".

Por contra, el capitán don Juan de Mendoza, iba "armado de su coselete y con su rodela y spada en las manos", y también iban los capitanes de infantería del Tercio de Nápoles, "Bernaldino [de Córdova] y [Melchior] Çumarraga armados de sus coseletes y sus espadas y rodelas".


Apéndice

Compañías de infantería española en Italia a diciembre de 1525.

Las tropas de la jornada de los Gelves [1520] / Infantería desmandada [1521]

Tras el fallido intento para tomar Argel de 1518, dirigido por Hugo de Moncada, capitán general de la mar y virrey de Sicilia, se consideró necesaria una nueva expedición sobre los Gelves [Djerba] habiéndose hecho señores del mediterráneo occidental los corsarios berberiscos, realizando estos piratas varias entradas en el levante español.

En el verano de 1519 comienzan los preparativos para formar una armada en los puertos de Barcelona, Valencia, Cartagena y Málaga que marchará a Sicilia tras recalar en Ibiza y Formentera [véase el Apéndice sobre la composición de la misma].

A finales de octubre de 1519, la armada hispana se halla repartida entre el puerto de Trapani [1] y la isla de Favignana.

Tras estar un tiempo embarcados hombres y caballos, a finales de noviembre se les permite desembarcar, y a la infantería que se hallaba en Favignana se la traslada a Sicilia, dando alguaciles para dar estancia y alojamiento a infantes y hombres de armas por las tierras y castillo vecinos.

Tras hibernar en Sicilia, con no pocos problemas, incluyendo un motín de la infantería alojada en Marsala - provincia de Trapani - en marzo comienza el reembarco de caballos y municiones, con algún incidente de gravedad, como la pérdida de 4 barcas cargadas con pólvora de escopeta y vino, siendo difícil de reemplazar dicha pólvora.

Don Hugo de Moncada, capitán general de la Armada, confisca todos los navíos cargados de queso en el reino de Sicilia, una manera de financiar - temporalmente - la expedición, mediante expropiación forzosa de mercancías, que en parte sirve como paga para los infantes: 6000 de las 10000 salmas de queso.

A los soldados, que habían tomado las armas, saqueando maserías, que se hallaban odiados por los regnícolas, y que demandaban su sueldo para obedecer la orden de embarque, don Hugo los contenta con un ducado de socorro y la promesa de la paga tras ser conducidos a los Gelves.

Se pasa la muestra: 560 hombres de armas, 320 caballos ligeros, 6400 infantes [2] van en la armada, así como muchos gentileshombres y caballeros, así flamencos como italianos y españoles - incluyendo algún caballero de Rodas - y aventureros, o soldados sin plaza ni sueldo.

Hombres de armas embarcándose en Barcelona para la jornada de Túnez [1535]. Detalle del tapiz nº2 de la serie de Vermeyen, titulado "Revista de las tropas en Barcelona". 

Parte entonces la armada la noche del 16 de Favignana, el 17 de abril de Trapani y el 18 de Mazara.


Desembarco y primera marcha sobre los Gelves

El martes 24 de abril, la Armada de 56 naves y 11000 toneladas con vituallas para mes y medio, recala en la "Rocchetta" de Djerba, lugar fuerte con agua - que se encuentra con facilidad tras excavar en la arena - que se halla a 18 millas del castillo que han de tomar por fuerza o rendir con amenazas, desembarcando en dos días, sin ver moro alguno, y procediendo a construir tres bastiones para proteger su campamento.

El desembarco se hacía normalmente con embarcaciones de menor calado,con barcas, esquifes o bateles, como puede verse en la imagen, que copia el desembarco en las islas Terceras de la Sala de Batallas del Escorial [fresco pintado en los años 80 del siglo XVI]. 

Moncada recibe unos embajadores del señor de Djerba, pero asume que se trata de exploradores que vienen a reconocer el campo.

El sábado 28, tras refrescarse hombres y caballos, el ejército se mete en orden para caminar al castillo de Gelves, con el objetivo de "reconocer el país".

El pequeño ejército camina en dos cuerpos en lugar de los tres como es costumbre: con dos escuadrones de infantería y dos de caballería, repartidos en vanguardia y retaguardia, y un "squadroneto" formado por unos 300 caballos de los gentileshombres y caballeros particulares a la izquierda de la vanguardia.
La vanguardia la conduce Diego de Vera, capitán muy práctico en la artillería, aunque cuestionado durante la fallida jornada de Argel en 1516, y la retaguardia se halla a cargo del propio capitán general, Hugo de Moncada.

Se camina "con poco orden y estimando en poco al enemigo". A milla y media de partir del campo, cruzando un llano, el ejército es atacado por unos diez o doce mil moros a pie y 200 de a caballo que surgen desde un palmeral. Los atacantes usan grandes lanzas de 32 palmos, así como escopetas largas y actúan con gran fiereza y celeridad, "viniendo hasta meterse en las picas" y sin tiempo a que los infantes puedan bajar las picas o tirar las escopetas, haciendo recular hombres de armas, que en su huida desordenan a la infantería. En este momento, pierden tres piezas de artillería a manos del enemigo.

Ataque moro en Túnez [1535]
Es el escuadrón integrado por los gentileshombres el que reacciona adecuadamente y rompe a sus atacantes, rechazándolos y siguiéndolos por espacio de un tiro de ballesta matando a 100 de ellos.

Por su parte, la infantería y hombres de armas de la retaguardia no tiene mejor comportamiento, y es don Hugo de Moncada con los hombres de pelea de su casa el que mantiene la posición. En la acción recibe una lanzada en un brazo, su mayordomo muere, así como otro caballero napolitano, pero consiguen rehacerse y recogiendo a 100 hombres de armas de los que habían reculado, los lidera y rompe a los atacantes.

Jinetes con sus adargas, y hombres de armas protegidos con sus arneses, respaldados por escopeteros, persiguen a caballería árabe [y peones] hasta las murallas de Orán. en 1509, según retablo de la capilla mozárabe de Toledo realizado por Juan de Borgoña en 1514.
Tanto los gentileshombres como don Hugo de Moncada siguen la victoria, persiguiendo a los moros que huyen. La pelea ha durado dos horas, y habiéndose distanciado Moncada de Vera, se toca a "raccolta", reuniéndose los dos escuadrones. Los moros hacen lo propio, y quedan los dos campos distantes a tiro de culebrina.

En el encuentro han muerto unos 400 o 500 moros, y unos 200 infantes cristianos - entre ellos, Luis de Moncada, sobrino del capitán general y dos capitanes [3] y dos alféreces - así como unos 60 caballos. Los cristianos retornan a su campo, y los moros, a su tierra.

Fuerte de San Miguel

El 8 de mayo, el ejército camina de nuevo, hechos tres escuadrones de infantería y hombres de armas, con la vanguardia a cargo de Diego de Vera y con Hugo de Moncada con un 80 caballos yendo de un escuadrón a otro, manteniendo el orden. Caminan hacia el castillo durante cinco o seis millas sin hallar moro alguno, y hallando una casa en un lugar apropiado, la fortifican, bautizándola como San Miguel, estando a 10 millas del castillo.

El día 9 de mayo, hallándose 2 banderas de hombres de armas haciendo guardia, unos 50 o 60 árabes a caballo vienen a dar arma en el campo, y algunos caballeros particulares respaldados por dichos hombres de armas, los embisten, haciéndoles huir y persiguiéndolos. Cuando se hallan a punto de alcanzarlos, perciben que los hombres de armas que se suponía les hacían espalda, se han dado la vuelta al campo, dejando a los avanzados en gran peligro, pues los jinetes árabes, viéndoles huir, dan sobre ellos, siguiéndoles hasta el mar, donde las galeras y los del campo tiran la artillería contra los perseguidores, matando a tres hombres de armas del ejército, al tiempo que los árabes apresan al capitán de los caballos.

Caballería árabe en Túnez [1535]
Este suceso genera mucho malestar en el campo [4] y considerando que "fue la mayor vergüenza del mundo", "habiendo perdido el ánimo y la reputación", don Hugo castiga a los hombres de armas quitándoles los caballos y entregándoselos a infantes para convertirlos a su vez en hombres de armas, en un ejercicio de degradación militar no muy frecuente en la época [5].

Don Hugo envía un bergantín a Nápoles solicitando al virrey refuerzos, un socorro de 3000 infantes y 200 hombres de armas y 4 galeras, pues considera su ejército pequeño para la empresa que ha de ejecutar.

A pesar de estos reveses puntuales, el 25 de mayo, Said, hijo de Sulimán, jeque de la isla de los Gelves, no aguardando socorro alguno de su señor, el rey de Túnez, procede a capitular ante don Hugo [6], convirtiéndose en tributario del Emperador y Rey de España.

Aquellos versos de la copla que decía "Y los Gelves, mare / malos son de tomare", que recordaba el desastre de la jornada encabezada por García de Toledo, perdieron su sentido.


Las tropas de la jornada de los Gelves

Una vez finalizada la jornada, llegaba la desmovilización de las tropas, a tres lustros del ejército permanente, lo normal venía siendo que los soldados se reclutasen por campañas, y no se mantuviese más que el número suficiente y mínimo con el que afrontar los retos previsibles, normalmente, en Sicilia y Nápoles, el control de la población local, la defensa de fronteras frente a ataques berberiscos o turcos, y la existencia de una fuerza capaz de movilizarse para hacerse cargo de empresas en Italia.

Diego de Vera se embarcó en 24 naves con los hombres de armas y jinetes de las Guardas de Castilla que habían servido en la empresa y los retornó a España desembarcándolos en Cartagena el 2 de julio [7].

Respecto a la infantería, la voluntad del Rey era "de conservar y entretener la dicha infantería hasta en número de 4000 infantes escogidos" dándoles dos pagas para vestirse y "alguna cosa" a los infantes que despidieran. Las pagas serían de 1 ducado al mes y comida, "sin daño de nuestros súbditos y con la menos costa que se pueda", y porque no estuviera ociosa y pudiera ser de provecho, ordenaba que se ocupara atacando algún lugar de Berbería.

A la infantería se la desembarcó en Favignana, y de aquí a 800 se les trasladó en naves a Nápoles donde llegaron "desnudos, perdidos y muertos de hambre" según el virrey Ramon de Cardona en carta de octubre, siendo socorridos con dos ducados cada uno. Algunos se quedaron viviendo en el reino, y otros partieron a buscarse la vida a Roma. La opinión del virrey era que era mejor mantener a las tropas de caballería del Reino - 845 hombres de armas en 14 capitanías - siendo más fácil levar tropas de infantería, y que no debía mantenerse más de 1000 o 1200 soldados - a lo sumo 1500 - en el reino de Nápoles.

El embajador en Roma, don Juan Manuel, proponía en septiembre una forma fácil de tomar Génova: que don Hugo dejara "amotinar a 1000 infantes o que los despida" y otro día vinieran "otros mil a Nápoles sin licencia de d.Ugo" y con estos dos mil, y la gente del bando de los Adorno se tomaría la plaza sin esfuerzo y sin coste para la corona [8].

Se dotaron 30000 ducados para el despido de los infantes, y a una parte - 900 - se les embarcó para España [9]. Otra parte de los soldados se embarcó en dos barcos que compró don Francisco de Urrea para la Armada de socorro a Rodas [10].

En diciembre, el comendador Ycart o Icart debía traer de Sicilia a Nápoles a 1000 infantes, y estos parece que eran los últimos que quedaban en aquel reino del contingente que había rendido los Gelves en mayo.


La infantería despedida marcha sobre Roma, 1521

En Roma el Papa, tras dar dinero a los soldados que allí habían llegado, les rogó se embarcaran en la armada de Pedro Navarro que servía al rey de Francia, a lo que los soldados se negaron, retornando a Nápoles, donde algunos se embarcaban en noviembre para España.

En enero-febrero de 1521, unos 1500 [11] infantes "desocupados" marcharon desde el reino - algunos desde Cosenza - a cruzar el Tronto metiéndose en tierras de la Iglesia, generando las protestas de Su Santidad ante el Emperador y el Virre, y las sospechas de diversos estados italianos de que el Papa hacia reunir secretamente esas tropas para marchar sobre Ferrara.

Recibiendo a un hijo de don Juan Manuel - embajador del Emperador en Roma - indicaron que solo tornarían a Nápoles si recibían una paga, y el Papa se comprometió a entregarles 30 carlines. También se ofrecieron a servir a Su Santidad por un año, recibiendo seis pagas y alojamiento.

Desde la ciudad santa se enviaba a Guido Rangon con tropas hasta Rieti para controlar los desmanes de la infantería, que se juntaban en Civita Ducale [o Cittaducale].

Los soldados disponían de 800 escopetas y 7 falconetes, y a mediados de febrero las tropas de la Iglesia les dieron la batalla, matando a 200 de ellos. A mediados de marzo la mayoría se alojaba en l'Aquila, en los Abruzzos, tras rondar por Capestrano y  el marqués de Pescara debía acudir a Roma en misión diplomática para excusarse ante el Papa por la conducta de la infantería y con la comisión de restituir al Papa el dinero entregado por él a la infantería, pero parece que el dinero lo dio directamente a los soldados con la intención de doblegarlos, recibiéndolo desde Austria por mano del archiduque Fernando. Se debía dar paga a 4000 soldados alojados en los Abruzzos y a 800 más que estaban en Gaeta y Mola [12] con un importe de 12000 ducados o 15000. A eso debía sumarse la paga de la caballería alojada en la Puglia, la cual se barajó que acudiera a reconducir a la infantería.

Tras recibir la paga, a primeros de abril, al menos unos 1500 infantes se avinieron a regresar a Nápoles, recibiendo órdenes del virrey de alojarse en San Germano. En las mismas fechas, a los soldados que se alojaban en Nápoles, el virrey dio órdenes de que se alojaran fuera de la ciudad.

No obstante, a mediados de mayo, volvía Pescara, acompañado esta vez del capitán Salcedo a viajar al Tronto para visitar las tropas que allí se alojaban, con instrucciones del virrey de conducir las tropas, esta vez como ejército al servicio de su rey, a tenor del acuerdo con el Papa de 12 de mayo, y constituida liga contra el francés.

Hay que tener en cuenta el contexto en que se produce esta situación, y es que el Emperador y León X se hallaban en plena negociación de una liga o alianza para luchar contra el rey de Francia, que culminaría con la formación de un ejército Papalino-Imperial a mediados del año 1521 con la llegada de tropas suizas que se sumarían a las españolas de Nápoles. En estos primeros meses del año en que los infantes campeaban en la frontera del Reino con los Estados de la Iglesia, no obstante, todavía existían dudas de si el Papa no se decantaría por Francisco I.

Los soldados españoles, simplemente, se hallaban espoleados por los rumores de que el Papa necesitaría soldados, y acudían a Roma con ánimo de servirle, pero la marcha de unos miles de hombres que no tenían con que pagar alojamiento, ropa y comida, y que además, tenían como profesión el oficio de las armas, generaba graves problemas a su paso. Su actitud era muy distinta a la de los hombres que marcharían contra Roma en 1527 generando el famoso Saco, pero no por ello dejaban de constituir una muchedumbre generadora de disturbios.

En todo caso, este era el sino de los soldados en esta época en que no se habían constituido los Tercios de Italia como unidades permanentes: luchar una campaña, y ser despedidos a su conclusión, cuando ya no se les necesitaba, escamoteándoles las pagas en la medida de lo posible.

Se produjeron en el primer cuarto de siglo varias desmovilizaciones, y siempre fueron problemáticas y dilatadas. Por ejemplo, las tropas de la conquista de Nápoles que concluyera el Gran Capitán a primeros de 1504, todavía estaban retornando a España en el verano de 1506.

Quedarse en Italia sirviendo a otros príncipes y estados al ser despedidos, era un opción, pero acudir presto a militar bajo las banderas de su señor natural cuando este lo requería era lo normal, como sucedió cuando se formó en 1511 el "más noble y mejor" de los ejércitos que luchó en la batalla de Rávena. En todo caso, las guerras se acababan, como la de Urbino en 1517 [13], y los señores a los que se había servido, sobretodo, si no habían tenido éxito en su empresa, no se mostraban más generosos ni más agradecidos por los servicios prestados que la persona de su rey o la de sus lugartenientes, virreyes y capitanes generales bajo cuyo mando luchaban y morían.



Notas

[1] Como medida cautelar, en el puerto de Trapani todos los navíos, galeras y bergantines fueron retenidos, bajo pena de vida, de manera que los comerciantes - muchos de ellos venecianos - que acudían a Berbería a comerciar no dieran noticia de los preparativos de la Armada, que en este tiempo ya se sabía que era destinada para acometer una empresa en África, si bien se continuaba rumoreando no se tratara de un ejército en previsión de algún movimiento de franceses en Italia.

En diciembre, no obstante, se les daría autorización para partir - abonándoles una cantidad a modo de compensación - partiendo los venecianos a mercadear a Túnez e informando a sus socios comerciales de las últimas noticias de la armada española.

[2] Las cifras del alarde son de la correspondencia de Hugo de Moncada publicada en el CODOIN v.24, y por tanto, no dispongo de otras más certeras. No obstante, por relaciones italianas de la época, parece que habría unos 5000 infantes españoles y 2000 sicilianos, distinción que no realiza Moncada. Además, 70 carretas con artillería menuda.

La mayoría eran bisoños, resultando que "la maggior parte de questa compagnia, cussi da pede come da cavalo non haveano veduto guerra", según reconoció el propio Moncada.

Respecto al armamento, sabemos - por carta del 14 de abril - que Moncada había escrito al Virrey de Nápoles que enviase quinientas escopetas y mil quinientas picas "por la necesidad que dellas habia en este ejército por estar la gente muy desarmada", y que el virrey envió finalmente 1000 escopetas y 1500 picas "que han venido á buena sazon por el menester gran que dellas habia".
Como vemos, soldados bisoños a los que se les entregaba su armamento y que por tanto llegarían a los Gelves apenas familiarizados con su uso

[3] Otra relación indica que fueron 7 los capitanes muertos.

[4] Un caballero de Rodas, testigo de los hechos, escribió que "mai al mondo vide la piu cobarda gente che sono questi homeni d'arme". E insistía en que la gente de armas "essere molto codardi e mal destri, e alcuni loro capitani sono a cossi codardi come li subordinati".

El rey, en carta fechada en Bruselas el 24 de mayo, parece disculpar el comportamiento de los soldados, asegurando que "si en algunos de la gente de a caballo ha habido falta o exención, habráse causado de la poca experiencia de guerra que han tenido".

[5] La represalia de don Hugo generó, no obstante, algunas críticas, pues se consideró que podía generar divisiones entre los soldados.

Uno de los capitanes, Francés de Beumont, escribiría más tarde en su memorial - de 5 de septiembre de 1521 - que "fuy a las capitanias de los gelues gastando de mi hazienda y socorriendo con ella lo que ella pudo bastar y passando trauajos y peligros y ynjurias de escuderos". Tal vez las injurias a las que se refería eran burlas, o bien mal comportamiento de sus soldados.

[6] Hugo de Moncada, con título de "Capitán General de nuestro marítimo ejército y conquista de África".

[7] "Historia crítica y documentada de las Comunidades de Castilla", tomo 1º y 2º. Se hallaban en tierra de Sepúlveda en septiembre-octubre de 1520. Buena parte de los hombres de armas - también oficiales - se pasaron a los contrarios.

Tras el desembarco en Cartagena, la población se juramentó contra Diego de Vera y le incautaron la artillería que traía, fomentando también la deserción de muchos soldados.

[8] La estrategia de despedir a soldados, o dejarlos marchar sin licencia para que acabaran sirviendo a un señor italiano, ya se había llevado a cabo en 1517, durante la guerra de Urbino. Nadie podía creer que varios miles de soldados organizados salieran del Reino sin el beneplácito - aunque no fuera una licencia oficial - del virrey.

[9] En Anales de la Corona de Aragón se puede leer que el Cardenal Adriano de Utrcht, gobernador de Castilla: "ordenó que llegasen contra Segovia 4000 infantes y 500 lanzas que volvian de los Gelves y desembarcaron en Cartagena". Parece que es la misma fuente que usa Sandoval, pero el hecho es que quedaron muchos infantes despedidos en Nápoles, y que resulta extraño que estos 4000 infantes retornados - relativamente veteranos - no tuvieran más peso en la historia, si es que realmente fueron 4000 los que volvieron, lo cual creo descartar.

La "Historia crítica y documentada de las Comunidades de Castilla", al recoger correspondencia de la época, es una fuente más detallada que los Anales, pero siempre se refiere a tropas de caballería. Aparecen nombrados varios capitanes que sirvieron en la jornada, como don Luis de la Cueva, Rui Díaz de Rojas, don Francés de Beamonte o de Viamont, Juan de Ayala, don Juan de Velasco, don Diego de Mendoza, Pedro de Ávila. Véase el Apéndice.

También aparecen nombrados algunos soldados y contadores de las compañías. Otras obras sobre las Comunidades de Castilla aportan información complementaria sobre estas tropas que regresaban de los Gelbes o Gelves.

René Quatrefages, en su libro "La revolución militar moderna" indica que el núcleo de la infantería del ejército real lo constituyeron 1000 veteranos que envió el virrey de Navarra y 2000 reclutados por el Condestable de Castilla en zonas del cantábrico. De las tropas venidas de los Gelves solo se refiere a la caballería.

En "Reflexiones militares sobre las comunidades de Castilla", JM Calvo tan solo incide en la caballería que vino de Djerba.

[10] Ver carta de Ramon de Cardona de 24 de diciembre de 1520 folio 6, donde emplea el término "barchas". En mayo de 1520, el Papa León X había solicitado ayuda frente a la armada turca que había de venir sobre la isla. El Pontífice envió al menos tres galeones - con 250 infantes cada uno - y una fusta. Ver "La guerra dei pirati e la marina pontificia dal 1500 al 1560" volumen 1. 
Al final el turco no hizo la Armada contra la isla ese año, pero la acabó tomando en la Navidad de 1522.

A 11 de junio de 1520, venecianos informaban como  en Candía [Creta] "era zonta de lì una barza spagnola con fanti 230 partita di Tripoli". Por la fecha es imposible que transportara infantería de los Gelves, pero la noticia indica que las islas griegas formaban parte de los intereses geopolíticos de la corona.

[11] Si eran 1500, como recogen los informes recogidos por Sanuto, era la totalidad de soldados que habían de quedar en el reino de Nápoles según el virrey Cardona. Otras noticias indicaban que eran 3000 "mal in hordine" alojados en Lanzano. Y otras, de 13 de marzo, que 4000. Noticias más detalladas posteriores sostienen la cifra de 4000. Puede que las primeras no fueran erróneas, simplemente, la soldadesca se iría acumulando y juntándose en el Tronto.

[12] Se puede asumir que los 800 que quedaban en Gaeta y otras plazas de Mola no se habían amotinado, pero corrían el riesgo de hacerlo si no recibían la paga que habían conseguido los soldados desmandados. Noticia del 24 de marzo. Otras noticias indican que eran 300 los soldados en Gaeta bajo 5 banderas, y otras que 400 en 4 banderas.

En Gaeta se procedía en este tiempo a bastionar la ciudad, derruyendo para ello algunas casas - hasta 40 - para dar lugar a la construcción de la nueva fábrica. Los infantes se alojaban en este tiempo en las casas de los vecinos, lo cual daba lugar a roces y conflictos.

[13] Tras la guerra de Urbino, alguien tan práctico como el virrey de Nápoles, Ramon de Cardona, se hacía cruces de como era posible que regresaran al Reino más soldados de los "que habían servido en mi tiempo en Lombardía". Se respondía a sí mismo, diciendo que "no pueden ser sino mozos de caballos de Roma y otros italianos españolados que se han juntado con ellos".

Él, en su tiempo, echó a "rapaces, personas que no eran para servir en el exercito y los italianos", y así debería hacerse de nuevo para excusar el gasto de entretenerlos.


Batalla del Sesia o de Romagnano [29-30 abril 1524] - [Retirada de Abbiate Grasso]

cinco mil españoles eran cinco mil hombres darmas , y cinco mil caballos ligeros, y cinco mil arcabuceros, y cinco mil diablos que los importa 
Respuesta del almirante Bonnivet a Odet de Foix, vizconde de Lautrec, mariscal de Francia y general en Bicoca, según Juan de Oznaya


En otoño de 1523, tras la desastrosa campaña del año anterior terminada con la rota en Bicoca, los franceses penetraron de nuevo en Italia dispuestos a tomar el ducado de Milán bajo su control. El ejército real, encabezado por el almirante Bonnivet, evitó el enfrentamiento directo con los imperiales, manteniendo una estrategia de ocupación y desgaste [1].
Los imperiales, con el apoyo del duque de Milán, el marqués de Mantua y el de la Señoría de Venecia y el socorro del ejército liderado por Pescara y secundado por Alarcón que acudió desde el reino de Nápoles, procedieron en 1524 a acometer una serie de movimientos para derrotar a los invasores franceses que culminaron con la batalla de Sesia o de Romagnano [2].

El 13 de enero las tropas imperiales salen de Milán y toman por asalto Robecco, tomando cinco estandartes de caballería, diez banderas de infantería y tres mil cabalgaduras, entre acémilas y caballos de guerra, entre ellos, la montura del famoso caballero Bayardo, Pierre Terrail, señor de Bayart, que se hallaba al mando de la plaza.
Esta encamisada nocturna la acometió Pescara con tres mil españoles - con camisas de lino sobre las armas "porque se conociesen entre los enemigos de noche por la blancor del lino" - secundados por Juanin de Medici, con Carlos de Lannoy con el resto del ejército siguiéndoles a seis millas para asegurarles la retirada, en caso que esta fuera necesaria.

Arcabuceros españoles en la conquista de Túnez [1535. Cartón nº8 de la serie de Vermeyen, titulado "Batalla en los pozos de Túnez". La escopetería y arcabucería española jugó un papel fundamental en el acoso y derribo que padeció la caballería francesa y la infantería suiza en la campaña de 1524, si bien no fue hasta Pavía, en batalla campal, cuando se demostró todo su potencial.
A finales de febrero, los imperiales dejan Milán, y ponen su campo sobre Binasco. Ante este movimiento, los franceses se retiran de Biagrassa [o Abbiate Grasso] a primeros de marzo, dejando una guarnición de 1000 infantes y 100 caballos, y cruzan en dos puentes de barcas el Ticino, para recogerse en Vigevano.

Los imperiales, por no avanzar dejando el sur del pavesano en manos de guarniciones enemigas, toman Sartirana el 26 de marzo, guardada por el conde boloñés Hugo de Pepoli con 100 caballos ligeros y 500 infantes. Mientras, los aliados venecianos, comprometidos en la expulsión de los franceses de Italia, con su ejército a cargo del duque de Urbino toman por asalto Garlasco el 4 de enero, custodiada por entre 700 y 1000 infantes.

A primeros de abril, Vercelli, en el Piamonte, da obediencia al virrey, que la guarda con el marqués de Civita Sant'Angelo con su compañía de hombres de armas y dos compañías de infantería española. Con la toma de esta plaza, se limita la llegada de vituallas a los franceses desde tierras del duque de Saboya.

Socorro al francés

Hacia el 10 de abril el grueso del ejército francés deja Vigevano y marcha a Novara, teniendo a la espalda a los españoles, que procuran hacer todo el daño que pueden en su retaguardia.
Parte de este acoso lo ejecutan soldados a título particular, sin orden de sus oficiales. El Virrey Lannoy, prudente, manda echar bando general que ningún hombre se desmandase. Algunos se lamentarán de la orden, juzgando que a los enemigos "no se les hizo el daño que bien pudiera hacelles".

En este retirada al Piamonte, los franceses cuentan con tres socorros que han de llegar pronto: uno de 7-8000 esguízaros que descienden de Suiza por la Val d'Aosta conducidos por el señor de Chabannes, otro de 4-5000 grisones [3] que entraría en Italia por la Valchiavenna y la Valtellina, y otro de 400 lanzas francesas a cargo del duque de Longueville, que entraría en el Piamonte cruzando los Alpes desde Grenoble.
Con este socorro de lanzas franceses y peones suizos, podía el ejército rehacerse y afrontar a los imperiales y los grisones podían divertir a los venecianos en su tierra.En Milán habían quedado 4000 infantes y 100 caballos para guardia de la tierra en nombre del virrey, y en Lodi, por contra, estaba Federico da Bozzolo con 2000 infantes y caballería por el rey de Francia. El socorro de grisones debía juntarse con Federico para dividir al ejército veneciano-imperial.

Los venecianos tenían bien guarnicionado el Bresciano y Bergamasco, con más de tres mil infantes repartidos entre Crema, Bérgamo, Asola, Pontevico y Brescia, junto con cerca de 300 hombres de armas y 200 de caballería ligera. Así, el 9 de abril, teniendo cierta la marcha de los grisones por la ribera izquierda del Como, Babon di Naldo partió de Bérgamo con sus tropas a interceptarlos. Por su parte, Joanin de Medici, en aquel tiempo al servicio del duque de Milán, recibió la comisión de su señor de partir con 2000 infantes, 400 caballos ligeros y 150 hombres de armas - de sus Bandas Negras - para juntarse en Gera d'Adda con estas tropas y actuar contra los hombres de las Ligas Grises.

Renzo da Ceri, capitán al servicio de Francisco 1º, rey de Francia, acude con 200 caballos a escoltar a los grisones, alojándose con ellos en Caprino en Val di San Martin el 13 de abril. En Almenno [San Bartolome], los grisones se encuentran con Medici, y metiéndose en escuadrón, escaramuzan con él, tirándose "gran schiopetate". Tras entre encuentro, y estimando que el enemigo les tiene los pasos para entrar en Lombardía tomados, los infantes deciden regresar a su tierra, caminando por Val Bembrano sin perder más tiempo, tomando como rehén al señor Renzo, y saqueando en el camino tres villas, tomando pan y ropa por valor de 3000 ducados [4].

Retirados los grisones de Italia, quedaba el socorro de sus vecinos helvéticos que se ponía en marcha el 12 de abril. Los franceses se hallaban en Novara con 600 lanzas, 7000 suizos [de una leva anterior] y unos 2500 infantes de varias naciones, entre gascones, alemanes e italianos. El socorro de suizos se iba reuniendo en Ivrea, esperando la llegada de las 400 lanzas francesas, que a mediados de mes estaban aún en Grenoble con el cruce de los Alpes por hacer, para acudir juntos a Novara a ayudar a las tropas del rey de Francia.

Tropas suizas retratadas por Vrs Graf en 1515. 

A 21 de abril parte Medici para tomar Biagrassa con 4000 infantes a su cargo, entra en la ciudad el 24 tras haberla batido la artillería y pasa a cuchillo a la guarnición, sin que el Almirante haga el mínimo esfuerzo en socorrerla, a pesar de que en Novara podían escuchar los cañones disparando sus pelotas contra las defensas de la plaza  [5].

Finalmente, la noche del 25 de abril, Bonnivet decidió retirar al ejército de Novara, teniendo tomados los pasos imperiales y venecianos y padeciendo una gran escasez de vituallas [6], tomando el camino de Borgomanero a Fontaneto d'Agogna, localidad en la que entran soldados españoles, con el propósito de estorbar el paso al ejército francés.

Los españoles se ponen en marcha el 26, alojándose en Biandrate y Vicolungo, tomando el camino que consideran más lógico desde Ivrea, de donde debían venir los suizos al socorro del Almirante. La caballería ligera imperial y veneciana, en número de 800, corre el río Agogna en seguimiento de los enemigos.

Posteriormente, el marqués de Pescara toma el camino de Ghemme, mientras que el marqués del Vasto con dos mil infantes y trescientos hombres de armas marcha tras el campo francés por el camino de Fontaneto, con la finalidad de dar en la retaguardia de Bonnivet.

Los suizos nuevos, entre 4000 y 6000 de los 8000 acordados [7], se pusieron en marcha para juntarse con el campo francés en el cruce del Sesia, el río que marca la frontera entre el Piamonte y la Lombardía. El punto del cruce era cercano a la localidad de Romagnano, mientras que los esguízaros habían acudido a Gattinara, vecino de Romagnano a la otra parte del río.

El capitán Mercado [no sabemos si Juan o Pedro] con su compañía atacó la retaguardia de los franceses, socorrido por el maestre de campo Juan de Urbina a cargo de siete banderas de infantería y cierto número de caballos ligeros. En esta refriega, Urbina fue herido de un arcabuzazo en el muslo [8]. Fue tan trabada esta escaramuza, que casi dio pie a batalla campal, pero a los imperiales les faltó el socorro de los hombres de armas, y los franceses, que en un alto o collado habían dispuesto tres culebrinas, batieron a los españoles, y pudieron cubrir la retirada de su retaguardia.

Llegados a Ghemme - a dos millas de Romagnan - el 27 de abril a mediodía, tras recorrer más de 20 millas con artillería y carruajes, incluyendo 40 barcas para la fábrica de un puente, los franceses disparan su artillería, probablemente, como aviso de su llegada destinado a las tropas suizas que acudían en su socorro.

Cruce del Sesia

Bonnivet alojó el ejército en Romagnano, y mandó tender un puente de barcas [9], e invitó a los confederados a cruzar el río para unírsele, pero estos respondieron que únicamente acudían para ayudar a sus paisanos en la retirada, no para hacer frente a los imperiales entrando en Lombardía.
El Almirante ordenó entonces cruzar el río, primero la artillería, seguida por los bagajes, luego la caballería y por último la infantería, que comenzó a cruzar a media noche. Antes del cruce, ordenó quemar la villa de Romagnano [10].

A las dos horas de haber amanecido, Pescara, que estaba al tanto del cruce gracias a los corredores de los caballos ligeros que iban y venían tomando noticia de los movimientos del enemigo, procedió a marchar contra la retaguardia francesa, que aún se hallaba cruzando en este tiempo. Los que estaban pendientes para pasar, viendo venírseles encima al enemigo se echaron al agua, y el puente, saturado de gente y animales, se quebró, cayendo bestias y hombres al agua, donde muchos se ahogaron. Los imperiales hallaron un vado aguas abajo, y montando arcabuceros en las grupas de los caballos, cruzaron el Sesia juntos caballos e infantes.



Bonnivet ordena plantar varias piezas de artillería - dos culebrinas bastardas y dos falconetes - para cubrir la retirada, pero los imperiales se las toman. Entonces, el Almirante ordena recuperarlas, yendo el capitán Vandenesse con otros capitanes de hombres de armas, siendo rechazados por la escopetería y arcabucería española [11]. Aquí fue herido gravemente Vandenesse de un arcabuzazo bajo el hombro, y quedó herido asimismo Bonnivet de un tiro de arcabuz en el brazo, hallándose en defensa de la artillería. A partir de ese momento, el Almirante, incapacitado, fue puesto en una litera, y se concedió el gobierno y salvamento del ejército al caballero Bayart.

Caballería francesa en la toma de Génova [1507]. La gendarmería francesa se veía rendida frente a simples escopeteros y arcabuceros españoles.
En esta acción se distinguieron don Juan de Guevara, conde de Potencia, capitán de cincuenta hombres de armas, el capitán de infantería don Juan Cerbellón, y Paolo Luzasco, capitán de caballos ligeros del marqués de Mantua.

El campo francés que había cruzado el río, se juntó con los suizos nuevos y comenzó a caminar a Ivrea, dispuesto a huir de Italia y hallar refugio en tierras francesas. El capitán Bayardo, tomando parte de la caballería y cuatro o cinco banderas de suizos, se ocupó en proteger la retaguardia y recuperar dos piezas de artillería tomadas, pero el tiro de un arcabuz lo descabalgó quedando gravemente herido y preso de los españoles, muriendo poco después [12].

Se adelantó el marqués de Pescara con obra de 500 escopeteros y algunos caballos ligeros, y comenzaron descaramucear: é ya habían dejado dos piezas de artillería los enemigos; y visto que era gente tan poca los que los seguían volvieron una banda de suizos y alguna gente darmas en que venia el Almirallo y Bayart; de los cuales el Almirallo fué herido de una escopeta en el brazo y Bayart de un arcabuzo en los pechos y cayó luego del caballo, y estando arrimado á un árbol envió su trompeta al marqués de Pescara que se rendia á él, y siendo traido al marqués murió luego.
Carta de Lope de Soria á Carlos V, fechada en Génova 4 de mayo de 1524

Tras esto, prosiguió la marcha en persecución del campo francés, pero la retaguardia suiza se detuvo y arremetió contra los arcabuceros y caballería que le perseguían, recibiendo Pescara un alabardazo en los hombros, sostenido por la cota de malla que vestía.

Seguimiento de Alarcón

El ejército francés continuó su marcha a Ivrea para salir de Italia atravesando los Alpes vía Turín-Susa-Grenoble acompañados por los suizos viejos, dejando que los suizos nuevos marcharan a casa desde Ivrea por Val d'Aosta.

A Hernando de Alarcón se le encomendó su seguimiento, realizando un hecho de armas el día 5 de mayo, al tomar un puente guardado por un bastión en la orilla contraria, destacándose en el combate treinta arcabuceros españoles [13].

Con esta persecución pudieron recuperar 24 piezas de artillería del ejército francés - 18 gruesas y 6 menudas - dejadas en custodia de dos banderas de suizos en un castillo de la población aostana de Bard.

Recuperación de plazas fuertes

Tras esto, el ejército veneciano a cargo del duque de Urbino, no queriendo pasar de Lombardía, acudió a rendir Lodi, plaza que se hallaba a cargo de Federico da Bozzolo en nombre del rey de Francia con dos mil infantes, capitulando, y permiténdole Urbino dejar la plaza con su gente, armas, banderas, caballos y bagaje y marchar a Francia.

Igualmente, el marqués de Pescara impuso la capitulación el 22 de mayo a Bussy d'Amboise, lugarteniente de Francisco I en Alessandria, en similares condiciones que a su homólogo de Lodi, con la guarnición de la cual pudieron juntarse los soldados rendidos para marchar juntos a Francia con salvoconducto, consignando la plaza con la artillería, pólvora, balas y munición en manos de los imperiales, y dejando cuatro rehenes - dos franceses y dos italianos - para cumplimiento de lo capitulado.


Balance de la campaña italiana de 1524

En carta de 20 de mayo [14], el Emperador se vanagloriaba ante su embajador en la corte del rey de Inglaterra - monarca al cual el diplomático debía transmitirle los datos de los que alardeaba Carlos Quinto - [15]:

Se había obtenido la victoria más completa, sin pérdida de vidas en su ejército, y sin haber luchado una batalla. El ejército enemigo, por contra, había padecido gran daño en encuentros y asaltos de plazas y castillos, de manera que de 1500 hombres de armas solo 350 habían regresado a Francia, siendo casi todos los capitanes, tenientes, alféreces y otras personas de rango, muertos o hechos prisioneros. De los suizos decía que habían muerto 6000, y que del total de la infantería habían escapado apenas 4000. 

Expulsados los franceses de Italia, quisieron los imperiales meter la guerra en su reino, e iniciaron una campaña en Provenza, de la cual, el fallido asedio de Marsella fue su principal empresa. La siguiente campaña italiana, que hemos tratado en otro artículo, comienza con la retirada de Marsella y culmina con la batalla de Pavía, que puso fin a esta guerra iniciada en 1521.


NOTAS

[1] Los venecianos valoraban, que los franceses"se lassano intender non voler combetter, ma hanno determinato star li fortifichati et voler vincer l'impresa, se potrano, per stanchezza". El plan pues, de los franceses, era fortificarse y no combatir, o sea, obtener la derrota del enemigo por desgaste: tomando caminos y vituallas, y dejar pasar el tiempo.

[2] El hecho de armas tenido lugar en el cruce del río Sesia cerca de la localidad piamontesa de Romagnano Sesia, no fue considerado por los contemporáneos como una batalla - los franceses lo bautizaron como "retraite de Biagrassa" o "retraicte de Rebec" - pero así ha sido denominado en la bibliografiaa bélica moderna, y así titulo este artículo.
Adrien de Croy escribió al Emperador "et peult on bien compter ceste escarmouche pour bataille gaignee". Así pues, si el Emperador pudo contar la escaramuza como batalla ganada, nada nos impide darle ese título.

[3] Estos 5000 grisones cobrarían 15000 escudos por la leva - aunque parece ser que finalmente cobraron solo uno - más 300-400 escudos de oro a cada uno de sus capitanes [unos 10 o 12], y 4 y 1/2 "raynes" o florines del Rin al mes, meses de 28 días. Los capitanes querían dar como prima de enganche 1 escudo por escopetero, y 1 testón al que no lo fuera [1 testón, equivalía, más o menos a 1/4 de ducado, aunque varió según época y ley; en época de los Sforza, un testón milanés valía 20 sueldos].

El 30 de marzo debían hacer muestra en Dubino, en la boca de los dos valles, cerca del lago Como. Debían luego descender por el lago Como hasta Lecco y reunirse en Colle Brianza con 1000 suizos [800 escopeteros] de Bellinzona y Lugano, y marchar a Lodi para juntarse con Federico da Bozzolo, que les respaldaría con su caballería.

[4] El jefe de los grisones, Dietingen de Salin, procedió apenas una semana después del hecho de armas con Medici, a negociar con el duque de Milán la entrada a su servicio de sus infantes, negocio que no prosperó.

En las memorias de Pierre de Terrail, seigneur de Bayart, se puede leer un dicho en español de la época: "Muchos Grisones y pocos Baiardos", refiriéndose, quizá, al hecho de que el ejército francés tenía muchos mercenarios pero pocos leales servidores, como el caballero.

[5] De hecho, los soldados suizos alojados en Novara, sintiendo los cañones en Biagrassa, se sublevaron - parece ser que tomando la artillería - y demandaron dinero al Almirante, que los conformó prometiéndoles la paga en dos días, en cuanto llegara el socorro que había de venir.

[6] Los alojamientos se hallaban tan cerca, que los imperiales temían la artillería de Novara. No se puso la plaza bajo asedio, pero desde luego, se la cercó, en un cerco algo abierto, pero efectivo, tomando, por ejemplo, Briona- 9 millas al norte de Novara - con 200 infantes españoles y 200 caballos ligeros, o Desana, guardada por 50 lanzas, 100 caballos ligeros y unos 300 infantes, lugar del duque de Saboya vecino a Vercelli, por 500 infantes españoles y 500 lansquenetes imperiales, tomando el bagaje del Almirante Bonnivet y de muchos caballeros franceses, que lo guardaban en esta plaza.
Con estos movimientos, se impidió la llegada de vituallas a Novara, teniendo lugares seguros desde los cuales recorrer los caminos con los caballos ligeros para cortar los pasos.

[7] Muchos no eran suizos, sino "gente de aquellos confines", saboyardos y piamonteses.

[8] Según Cereceda, le pasó la pelota un muslo, según Vallés - que traduce a Jovio - "le fueron pasados los dos muslos con un arcabuzazo". Adrien de Croy escribiría al Emperador que el capitán "Jean Durbin" había sido herido de "un coup de haquebute au genoul".

[9] Raphael Gratiano escribía que el puente se hizo apresuradamente y con mucha precariedad: "con incredibile fatica fecero con  grandissima forza di corde, catene, carri el altri legnami un ponte, qual sta note passando con quela fretta che suol fare quelli che hanno paura, molti se ne sono anegati"

[10] Jovio narra que la quema de la villa se llevó a cabo para movilizar a las tropas suizas, que se mostraban remisas a cruzar el río: "poniendo tanta diligencia en darse priessa queno le obedeciendo los Suyceros medio adormidos hizo prestamente poner fuego en las casas, y por todo alzar llamas".

[11] Del potencial de la táctica española basada en las armas de fuego portátiles me he ocupado recientemente y por extenso en otra entrada: escopeteros y arcabuceros en Pavía [1525]. Hago un extracto de dicho artículo, pues es relativo a este encuentro, donde murió Vandenesse:

force hacquebutiers et hacquebouziers, qui portent pierres aussi grosses que une hacquebute à croc, dont ilz tirèrent plusieurs coups, et de l'ung fut frappé le gentil seigneur de Vendenesse, dont il mourut quelque temps après, qui fut ung gros dommage pour la France.
La très joyeuse, plaisante et récréative histoire du gentil seigneur de Bayart

Fuera un hacquebutier [arcabucero] o un hacquebouzier [escopetero] el que matara al señor de Vendenesse con gran daño para Francia, le quede claro al lector que tenemos dos armas de fuego portátiles de distinto calibre.

Los arcabuces [hacquebutes] que llevaban los arcabuceros [hacquebutiers] españoles, eran, según Bayart piezas gruesas como un arcabuz de horquilla, que necesitaría, como en el caso de los posteriores mosquetes, una pieza para poder sustentarlas y hacer el tiro, cómo las que llevan dos arcabuceros españoles de la cabalgata de entrada en Bolonia del Emperador Carlos V a su entrada en Bolonia.




[12] Tanto en la vida como en la muerte, los señores no eran tratados igual que el resto de mortales, así, el duque de Borbón mandó a su confesor que asistiera al caballero en sus últimos momentos, y los cirujanos del ejército intentaron curarles las heridas, mas fue en vano, pues "como la ferida estuviese en un costado, cerca de la teta, habiéndole entrado la pelota en las entrañas, no tuvo remedio alguno, que no muriese antes de ser pasadas las siete horas".
El cuerpo del caballero fue entregado a franceses en mayo para que pudiera ser enterrado en su tierra conforme a su voluntad.

[13] Este hecho lo recalco en la relación, al destacarlo Cereceda notablemente en su narración, pero no parece muy claro que tuviera especial trascendencia. Cereceda indica que el suceso tuvo lugar en Santia; hay una población denominada Santhia 15 millas al este de Ivrea. Ningún otro autor - ni siquiera los venecianos, que recopilaban informes como modernos corresponsales de guerra - recoge el episodio.

[14] A Barcelona llegó el 11 de mayo un bergantín con las nuevas de la victoria, lo cual nos da una idea de la rapidez del traslado de noticias en esta época. 
Según consta por carta del Abad de Nájera de 29 de mayo de 1524

[15] No es transcripción literal, como puede apreciarse por la redacción del texto.